En The New Pulse Journal

 

El Monet de la infraestructura postmoderna, fue lo primero que subió a mi cabeza. Con una barba peculiar y brazos fuertes que cuentan historias al igual que su trabajo, el español Pedro Rodríguez Garrido tiene el mismo semblante melancólico y alejado de su obra
Vistiendo siempre de negro, me gusta imaginar que si observas detalladamente, tal vez encuentres la sombra de un personaje omnipresente mezclado entre el óleo de sus pinturas. Sus modelos urbanistas se apegan a la esencia profunda de las ciudades que transmite, solitarias y carentes de humanidad, pero en movimiento. Pinceladas toscas de puentes y ríos que si te acercas un poco, pareciera que pudieras tocar la brisa de Londres en la obra.
El trabajo de Garrido es como subirte a una azotea o pararte en una acera y ver el paisaje en cámara rápida, mientras el viento sopla tu cara y la humedad del ambiente moja tu cabello. Y tu estas ahí, congelado, mientras todo pasa. El cielo es oscuro y un montón de luces se disuelven con los edificios. Es como una danza urbana, o por lo menos ese fue el trayecto a donde me llevó un viernes en Manhattan
Published by Kendra Valenzuela
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